Queridos cohermanos y hermanas, laicos asociados, amigos, bienhechores y colaboradores. ¡Que la Paz esté con cada uno de ustedes!
Hemos llegado al umbral del jubileo de la fundación de nuestra querida Congregación del Verbo Divino. Son ciento cincuenta años de vida y misión, reuniendo a hombres de todas partes del mundo y enviándolos a todos los pueblos. El Espíritu Santo ha estado apoyando esta obra que fue encomendada a San Arnoldo Janssen, pero también a quienes nos precedieron en la misión y a nosotros, en el momento presente. El jubileo es un hito para evaluar, celebrar y comprometerse. En términos bíblicos, podemos hablar de tres aspectos esenciales de este año que garantizanuna sociedad justa y equilibrada: el perdón, la restauración y la restitución de la dignidad. En otras palabras, el año del jubileo debe recrear las relaciones que se han vuelto injustas y desiguales.
EVALUAR: Nosotros no caminamos solos. San Arnaldo contó desde el principio con la colaboración de hombres y mujeres que creyeron en esta obra y también con los que aquí llamo compañeros primerizos, jóvenes y mujeres dispuestos a dar su vida por la misión. Laicos y benefactores brindaron el apoyo necesario para la inauguración de la casa misionera en Steyl. Somos conscientes de que donde brilla la luz, también aparecen sombras. Evaluar nuestra historia significa reconocer estas luces y sombras en nuestro camino, entre nosotros y con nuestros compañeros.
La evaluación requiere sinceridad y coraje. Necesitamos estar abiertos a la reconciliación con nuestro pasado para que pueda suceder una nueva historia. Cuando sea necesario debemos pedir y recibir perdón. El perdón es parte del proceso de curación de nuestras heridas y de las heridas que hemos causado.
En este momento, aunque una mirada a las estadísticas y a las grandes obras nos dará una idea de lo que se ha hecho a lo largo de los años, creo que es mucho más valioso reflexionar sobre las relaciones que hemos ido construyendo a lo largo del tiempo. ¿Eran relaciones de servicio o de poder? ¿Empoderamiento o sumisión? ¿Colaboración o explotación? No podemos llegar al gran acontecimiento del 150 aniversario de nuestra
fundación sin este repaso de vida.
CELEBRAR: Con la apertura del Año Jubilar, en Steyl, este 8 de septiembre y que culminará en el 2025 aquí en Roma, marcamos a nivel congregacional un gran evento que debe inspirarnos a todos. Pero la celebración del jubileo no se limita a las actividades promovidas por el generalato. Cada comunidad, distrito, provincia-región-misión debe hacer que este momento sea significativo en la vida de cada SVD y de nuestros socios en la misión.
Celebramos la alegría de ser quienes somos: hombres consagrados a la misión, reunidos en comunidades interculturales. Anunciamos el Verbo Divino y asumimos Su vida y misión como nuestras. Montamos nuestra tienda en lugares donde el Evangelio no ha sido conocido o aún no es vivido. Buscamos dialogar con todos, convertirnos en uno con las personas y poner en primer lugar a los vulnerables, los pobres y los que sufren. En esta fiesta debe haber espacio para todos, no podemos hacer distinciones y nadie debe quedar fuera.
COMPROMISO: El tercer elemento de nuestra celebración jubilar debe ser el compromiso. Aquí no podemos pensar en un orden cronológico, donde primero celebramos el perdón, luego celebramos nuestro cumpleaño y finalmente nos comprometemos. ¡No es así! Cada paso y cada pequeño gesto durante este año jubilar nos pide un compromiso renovado.
Propongo que el primer compromiso sea la búsqueda de la voluntad de Dios. El Papa Francisco dijo a los miembros del Capítulo General en junio pasado que “muy a menudo, en situaciones confusas, el Espíritu hace avanzar a la Iglesia”. El Espíritu Santo nos inquieta y nos lleva a lugares inesperados. En la era cambiante en la que vivimos, tenemos el desafío de ser creativos y mantener nuestra fidelidad.
El Espíritu Santo que obró en Arnaldo Janssen y llenó los corazones de sus compañeros y colaboradores debe ser el protagonista de este año jubilar. Él es el “Padre de nuestra Congregación”, como afirmó el propio San Arnoldo. Nos corresponde a nosotros abrirnos al discernimiento y preguntarnos: Señor, ¿qué quieres de nosotros? ¿A dónde nos llevas en este momento de la historia?
Hermanos y hermanas, siguiendo la inspiración del último Capítulo General, tomamos la imagen de la Luz y queremos hacerla brillar con nuestro testimonio. Él, el Cristo, es la luz de las naciones. Dondequiera que seamos enviados, debemos reflejar esta luz para que desaparezcan las tinieblas de la indiferencia, la intolerancia y el pecado. Hagamos de este Año Jubilar un verdadero tiempo de gracia y de oportunidades. Lo que seremos mañana, el Espíritu Santo ya lo está preparando hoy. Seamos dóciles a este movimiento que nos involucra y nos lleva a aguas más profundas. Les deseo a cada uno de ustedes
una feliz fiesta y una profunda celebración de este Año Jubilar. Muchas gracias.