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“…despojarse del hombre viejo… para renovarse en lo más íntimo de su espíritu y revestirse del hombre nuevo…” (Ef. 4:22-23)
El continente americano, más que una renovación, anhela una nueva creación, ser recreado desde sus raíces, desde su identidad propia, y de ese modo recuperar la valentía de proyectarse al mundo desde el mismo espíritu de Jesús, el Verbo hecho carne.